Thursday, March 21, 2013

Susana en el país de las maravillas

Tenía algo de razón Carlos Meléndez al decir (1:35), la noche de la triste revocatoria, que no era una victoria moral, sino una victoria política. (Pero, ¡ojo! Carlos, hay 39 regidores y una alcadesa).

El hecho es que no fue incluso una victoria. ¿Ganamos Lima? ¿Ganó la administración? ¿Ganaron los revocadores? Al final, el resultado es probablemente lo que menos deseábamos todos y cada uno: una elección solo por una parte del concejo, solo por una parte de un año, que no cambia ni resuelve nada, y que nos costará tanto en dinero como en esfuerzo humano. (Más de !cien mil miembros de mesa! ¿Tiene alguien ganas de volver a hacerlo?) ¿Realmente creemos que algún votante fue a los comicios pensando que iba a votar por una nueva elección de la mitad del concejo? Lo dudo mucho.

Entonces, no fue un resultado ni moral ni político sino un resultado técnico. Técnico en el sentido de que respondía a las reglas de juego, a las leyes de participación, revocación y elección, pero que no deriva de los principios democráticos. Con otras reglas, igualmente justificables, como en otros países u otros momentos de la historia, hubiera sido distinto el resultado sin que cambie su racionalidad.

Por ejemplo, antes de que la ley de revocatoria fuera cambiada en 2004 se necesitaba el 50% de los electores para revocar a una autoridad. Por otro lado, la constitución venezolana solo requiere más votos revocatorios de los que obtuvo la autoridad en su elección anterior. Con la primera regla nadie hubiera sido revocado acá; con la segunda, todos. Por lo tanto, sí tenemos un resultado, o bien lo tendremos cuando termina la maratónica revisión de las actas y los consiguientes argumentos legales. Mejor dicho, tendremos 40 resultados, algunos Sí, otros No, sin que haya una gran diferencia entre la votación por el uno y el otro.

Así que hablar con grandilocuencia de "la voz del pueblo" carece de todo sentido. El pueblo habló con dos lenguas opuestas, con medidas bastante parecidas, y aunque el proceso demanda una resolución, no pretendamos que tal resolución sea trascendente. Pero como vivimos en un mundo sumamente mediatizado con su consecuente trivialización de los acontecimientos, habrá que elegir ganadores y perdedores. Y hay que sacar algún titular que demuestre que salió algo valioso, o por lo menos fascinante.

Y ahora todos hablan de las lecciones para la alcadesa. Ella tiene que aprender "a ser humilde y trabajar". Pero ¿que quieren decir? Por si acaso, ¿hay un ejemplo de un político peruano que ganó y retuvo poder por ser humilde? Alberto Fujimori, ¿humilde? Alan García, ¿humilde? ¿Luis Castañeda? El ejemplo que más llama la atención es Valentín Paniagua, quien en ningún momento se autoinfló de poder. Y ¿que le pasó a Paniagua? En 2006 recibió 5.7% del voto. Aunque busquemos en los países vecinos, difícilmente encontraremos un exitoso político humilde. ¿Rafael Correa? ¿Álvaro Uribe? ¿Hugo Chávez?

Bueno, y si no es humilde, por lo menos que trabaje, ¿no? Pero qué es el trabajo de una alcadesa? ¿Planificar y supervisar proyectos? ¿Consultar sectorialmente para averiguar las necesidades y deseos de cada uno? O ¿andar por ahí y por allá, abriendo obras, tomándose fotos con los vecinos, sonriendo, sonriendo y pronunciándose inocuamente para las cámaras? ¿Cuando no haciendo campaña para defenderse?

Asimismo, que la alcadesa tiene que aprender "a hacer política". Y de ahí, volvemos al comentario de Meléndez, pero con unas palabritas más: una victoria de la política. Es decir, de la casta política. O bien, unirse a la tendencia que tan gráficamente describió Sinesio López hace varios años, cuando decía que la política es como una guitarra: se agarra con la izquierda, pero se toca con la derecha.

Sin duda, el apoyo de Lourdes Flores y del PPC fue crucial. Más claro ni el agua: los distritos con la votación más alta por el No eran precisamente los distritos en donde ganó Flores; es decir, los distritos de clase media por arriba. Y los distritos del Sí eran aquellos donde ganó Susana hace dos años. Entonces, ¿es una lección de la revocatoria que un dirigente izquierdista tiene que protegerse de las lluvias populistas con los paraguas de la derecha? Como, por ejemplo, ¿nuestro presidente "nacionalista"?

En la práctica, sí, todos los hacen. Porque la derecha -- hasta la derecha gentil y moderada (DGM) -- no dudaría ni un segundo en abandonar a una alcadesa de izquierda a su suerte. Pero ¿pensamos que una alianza con la derecha va a ayudarla a conectar con los sectores pobres? ¿En serio?

O sea, queremos una alcadesa humilde como un caudillo, que se conecta con los sectores D y E por hacer alianzas con los sectores A y B, y se concentra en su trabajo urgente de salir constantemente en los medios. Y así la voz del pueblo en el país de las maravillas.

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