Sunday, September 9, 2018

“!Hola, ciudadano!”

Mansplaining el Referéndum


La PCM tiene un video para ti, sobre el referéndum.

En la pantalla, se ve una cara simpática. A pesar del género del saludo, es la cara de una mujer. Una mujer compasiva, tranquila, alguien que siempre busca el lado positivo aunque el escenario sea confuso. Podría ser tu hermana mayor, o quizás la vecina que siempre pregunta por la salud de tu papá.

Solo se ve, porque hay un hombre hablando en off y sería poco educado interrumpirle. Así que por tres minutos (en la versión más extendida) se ve esta cara simpática escuchando atentamente. Escuchando como se debería. A veces no entiende las palabras extensas, pero se esfuerza en seguir. Nunca formula una pregunta ni expresa ninguna duda. Sonríe cada vez que el narrador se da cuenta de su existencia o le regala una afirmación positiva.

Tres minutos de lo que se llamaría mansplaining en la anglósfera. Un monólogo cuyo propósito no es explicar, sino dejar el sentimiento de haber sido explicado. De la necesidad de haber sido explicado, porque los oyentes no son capaces de entender tales cosas sin ayuda. Palabras reconfortantes para quien busca tranquilidad: no se preocupen, todo va a salir bien, confíen en nosotros.

Aquí tenemos una visión. No una visión del país, sino una visión de la ciudadanía indicada para un país, según la PCM. La ciudadanía que no toma la calle para exigir derechos: a esa hay que tranquilizar con gases lacrimógenos. No, ésta ciudadanía que entiende que las cosas han ido mal pero todavía cree que se puede mejorar con solo unos pequeños ajustes técnicos. La ciudadana que nunca, jamás, se preguntaría por qué el referendo, esta herramienta fundamental de la democracia -- según el narrador del video -- que está siendo manejado por el presidente y su gabinete. Una ciudadana que va a ¡decidir, por fin! pero cuya decisión no puede ser otra que aceptar la propuesta dada. Una ciudadana del cual la PCM puede sentirse capaz de liderar.

Una buena profilaxis es imaginar la misma propaganda con los roles de género puestos al revés. Imaginemos un video mostrando la cara de un hombre, mudo, escuchando la voz en off de una mujer poderosa y didáctica. Una cara masculina sonriendo las veces necesaria para tranquilizar a su interlocutora. ¿Todavía funciona? ¿Creemos que el tipo nunca saltaría a interponer una pregunta, una duda, una opinión en contra?

La virtud de la machoexplicación, si se puede llamar así en castellano, es que el monólogo está completo en sí. No tiene que tener respuestas para las preguntas difíciles, porque el contexto social lo impide. Y si una intervención incómoda penetra el blindaje, la respuesta adecuada será unas generalidades vagas seguido por un abrupto cambio de tema.

La verdad: es una trampa, este video, pero una trampa bien hecha. Una obra propagandística del cual sus creadores podrían sentirse orgullosos. Una obra que las ciudadanas y los ciudadanos deberíamos medir cuidadosamente con la verdad.

Empecemos entonces con la trampa mayor: que la “reforma” propuesta nos va a traer un parlamento más paritario. De verdad, no lo dice directamente. “Fomenta la igualdad,” dice. “¡Por fin! sería posible que haya” paridad, dice. Como si fuera completamente imposible con el reglamento actual. Pero claro que es posible: solo falta que más electores voten por candidatas mujeres. Candidatas no nos faltan: en 2016, 497 de los 1270 candidatos al congreso fueron mujeres, casi 40%.

Total General1 270773 (61%)497 (39%)
Fuerza Popular13884 (61%)54 (39%)
Peruanos por el Kambio13884 (60%)55 (39%)
Alianza Popular13783 (61%)54 (40%)
Acción Popular13483 (61%)52 (39%)
Alianza para el Progreso13482 (60%)53 (39%)
Frente Amplio12881 (60%)51 (40%)
Desde el año 2000, las listas parlamentarias tienen que tener por lo menos 30% de mujeres. En la práctica la cuota es más alta: es imposible cumplir con la cuota con precisamente 30%, porque los candidatos no son divisibles. En un distrito con listas de cuatro candidatos, por ejemplo, cada lista tiene que estar compuesta exactamente por dos mujeres y dos varones; con una no basta llegar al 30%. Para cumplir con la cuota en las 27 regiones, un partido tendría que proponer un mínimo de 52 candidatas, y un mínimo de 52 candidatos. Solo con el segundo cumplieron con creces; ningún partido nominó más de 55 mujeres.

Ahora el presidente propone subir la cuota hasta 40% en el caso del senado y 50% en el caso del congreso. ¿Es una diferencia significativa de la cuota actual? Diría que no. Pero hay algo mucho más importante: casi con certeza, podríamos predecir que el resultado de la reforma sería significativamente menos mujeres elegidas. La más probable es que el nuevo Congreso contaría con tan solo el 20% de mujeres, mucho menor que el 29% actual.

       
       
       
       
       
       

Para hacer una reforma real, hay que entender la causa de la brecha entre la cuota (casi 40%) y el resultado (un poco menos que 29%). No es complicada. En cada región, la representación está compartida proporcionalmente entre varios partidos, y las regiones no son muy grandes. Con frecuencia, sólo un congresista está elegido en la lista de un partido: el que ganó más votos preferenciales. O ella, por supuesto: pero en 80% de los casos es él.

Así que no es suficiente estar en la lista. Para salir elegida, hay que estar encima de la lista, o por lo menos segunda. Casi la mitad de los congresistas ganó por ser el primero en su lista; dos tercios ganaron por estar en los dos primeros puestos. Pero allí no se encuentra mujeres. Solo cuando llegamos al tercer puesto, empezamos a ver una representación paritaria de mujeres.

Y ¿qué propone el Señor Presidente? Precisamente disminuir el tamaño de un distrito congresal a solo dos representantes. O sea, garantizar que ninguna lista ganadora tendrá más de dos congresistas. Como vemos, menos del 20% de los congresistas elegidos en primero o segundo lugar son mujeres. En base a la experiencia, no me parece riesgoso predecir que el próximo congreso estaría compuesto por 80% hombres y sólo 20% mujeres.

Tampoco es el único problema que lleva la microdistrilización del mapa electoral. Si bien el microdistrito es enemigo de la paridad, de la misma manera perjudica la proporcionalidad. Es un secreto a voces que el sistema electoral actual padece de distritos con demasiados pocos congresistas, y que uno de los resultados fue la sobrerepresentación fujimorista en las elecciones congresales de 2016.

Como no es posible dividir congresistas, en un distrito con pocos congresistas, difícilmente habrá más de dos partidos elegidos. Por consecuencia los partidos que logran estar primero o segundo en la votación en los pequeños distritos disfrutan de una enorme ventaja sobre los demás, y por ende de una sobrerepresentación en el Congreso. Este fenómeno es una constante en las elecciones desde la reducción del tamaño del Congreso por la Constitución de 1993. La única diferencia en 2016 es que los fujimoristas consolidaron su ventaja en los pequeños distritos y el beneficio se limitó a un solo partido en lugar de dos.